miércoles, 31 de octubre de 2007

El día de difuntos






Si me gustara el teatro, que no me gusta (de todas las razones, quizás la principal sea que en el patio de butacas no te podés rascar con la enamorada de turno, so pena de tener que aguantar la mirada furiosa de Alfredo Alcón), iría a una de las tantas representaciones del Don Juan Tenorio que en estas fechas es tradición que se celebre en España. Como me gusta más el cine que el arte de Melpómene, prefiero un programa doble ad hoc.
Heaven Can Wait (Ernst Lubistch, 1943) se tradujo en España como El diablo dijo no, inaugurando de esta manera la tradición de títulos spoilers, que tiene su cenit cuando a un cerebro se le ocurre traducir Rosemary's Baby (Roman Polanski, 1968) como La semilla del diablo.
Como el final está incluido en el título español, me permito la licencia de profundizar en el argumento. Don Ameche (Henry Van Cleve) muere. Su alma espera que se tome una decisión sobre a dónde irá a pasar la eternidad. Está convencido que por el modo que trató a las mujeres su lugar es el infierno. Ante un funcionario de ultratumba va desgranando su vida de don juan. Y el relato de la misma empieza así:
Quizás la mejor manera de contarle la historia de mi vida sea hablarles sobre las mujeres en mi vida. Empezaremos con la primera mujer. Mi madre. Una señora adorable pero con prejuicios. Ella creía que era maravilloso. Fue la primera mujer a la que engañé.

Todo un carácter. Se acaba casando con Martha Strabel, o lo que es lo mismo, con Gene Tierney. Y es de la maravillosa Gene, de la hermosísima Gene que se enamora el detective Dana Andrews en la segunda película del programa doble: Laura (Otto Preminger, 1944). Laura podría entrar en la categoría de películas como Seventeth Heaven (Frank Borzage, 1927) u Ordet (Carl Dreyer, 1955). ¿Qué otra cosa son, sino historias de resurrecciones?

Para descargar Heaven Can Wait
Para descargar Laura

El poder de una canción

Ayer fui al concierto de Paolo Conte en el Palau de la Música Catalana. Estuve buscando algún pretexto para colocarlo en este blog. Me acordé que esta canción salía en French Kiss (Lawrence Kasdan, 1995), una olvidable comedia romántica con Meg Ryan, inscrita dentro de su campaña para resucitar la screwball comedy. Sin embargo, yo me acuerdo de esta película porque hay en ella una canción de Paolo Conte. De todas maneras, cualquier motivo es bueno para escuchar a Paolo Conte.

Paolo Conte. Via con me



Como viene siendo habitual en sus conciertos, esta canción la interpretó dos veces.

lunes, 29 de octubre de 2007

Es dura la vida de crítico cinematográfico

En El mundo sigue (Fernando Fernán-Gómez, 1963) Agustín González interpreta un riguroso crítico teatral que trabaja para un periódico. Un día, el director lo llama a su despacho y le dice:



"-Hombre, no puede escribir siempre críticas tan negativas. Los autores se nos quejan. Haga como Fontanilla, el crítico de cine. Va a todos los estrenos con una gachí diferente y todas las películas le parecen buenísimas."



El cine español es proclive a las películas malditas. Casi como todas las cinematografías. El mundo sigue sufrió los estragos de la censura (a mí me sorprende que se haya llegado a filmar), no llegó a estrenarse y, aun hoy, es muy difícil tener acceso a ella. Por supuesto, no hay descargas disponibles en Internet. No encontré ni fotogramas. Estos los busqué en la red y en las bibliotecas.

Yo la vi en la Filmoteca de Catalunya en el 2004 o 2005 en un ciclo que se llamaba "El melodrama o la vida és un plor", de eso me acuerdo.

El IMDb está equivocado. Es cosecha 1963, un año antes de otra película maldita, pero menos, El extraño viaje.

viernes, 26 de octubre de 2007

Siga ese arquetipo, chófer

Cuando veía las largas, prolongadas y discursivas persecuciones que hay en Death Proof (Quentin Tarantino, 2007), me puse a reflexionar sobre el tema. Recordaba las respuestas de QT a Cahiers du Cinèma (nº624, junio, 2007) en donde decía: "El accidente y la persecución son arquetipos del cine. La persecución en coche tal como la concebimos hoy se inventó a finales de los años sesenta. Bullit (1968) es sin duda la primera persecución oficial de la historia."
Sin embargo, se olvida que estos arquetipos salen de un género como la comedia. El slapstick hace del coche, y de cualquier medio de transporte, un elemento activo y esencial del gag humorístico.
La persecución de Bullit, y también otras posteriores que siguen su estela, está perfectamente coreografiada, es frenética en su realismo e ilustra como pocas la ciudad como una jungla peligrosa; pero la puesta en escena y el montaje la ancla en el clasicismo. Uno de las rasgos que definen al arquetipo es el punto de vista, que en el caso de la persecución, debe abarcar al perseguido, al perseguidor y al medio en donde se desarrolla la acción.
Este modelo es cuestionado y modernizado antes de 1968, y por supuesto, es una comedia la que lo hace. Blake Edwards en The Pink Panther (1964) subvierte el punto de vista en las escenas de persecución, colocando la cámara en un lugar no explorado hasta entonces: el lugar del testigo, conviertiendo a éste en un elemento esencial y no un obstáculo, como era hasta entonces.
La escena es un prodigio del uso de la elipsis, especialmente en la colisión. Lo que me hace volver al “moderno” Tarantino, que necesita mostrar el choque de la primera persecución cuatro veces.
En otra ocasión trataré sobre mi escena de persecución favorita.

THE PINK PANTHER (1963)




Para descargar The Pink Panther (Blake Edwards, 1963)
The.Pink.Panther.1963.DVDRip.XviD-UnSeeN.avi [1.45 Gb] [info]
The.Pink.Panther.1963.DVDRip.XviD-UnSeeN.subs.rar [2.09 Mb] [info]

miércoles, 24 de octubre de 2007

The Great Sturges






Preston Sturges (1898-1959) es uno de los directores más interesantes del cine americano. Cuando consiguió filmar su primera película, (The Great McGinty, 1940), después de pedir como salario un dólar, ya tenía detrás una larga carrera como guionista. El éxito obtenido por ésta y por la siguiente (Christmas in July, 1940) le permitieron en cuatro años rodar otros cinco filmes, que lo definieron como uno de los más brillantes e innovadores de la comedia norteamericana. En ellos, se puede apreciar una mezcla única de personajes excéntricos, diálogos maliciosos, escenas alocadas y gags visuales audaces. En definitiva, sus películas siguen a raja tabla las reglas para hacer comedias de éxito, que él mismo redactó:

1. Una muchacha bonita es mejor que una fea.
2. Una pierna, mejor que un brazo.
3. Un dormitorio, mejor que un living.
4. Una llegada, mejor que una despedida.
5. Un nacimiento, mejor que una muerte.
6. Una persecución, mejor que una conversación.
7. Un perro, mejor que un paisaje.
8. Un gatito, mejor que un perro.
9. Un bebé, mejor que un gatito.
10. Un beso, mejor que un bebé y…
11. Una caída, lo mejor de todo.

No deja de ser curioso que uno de autores más inteligentes en la comicidad y con más estilo para la sátira dentro del cine sonoro, termine confiando finalmente en un recurso que parece más propio del humorismo más primitivo.
Y aunque no tenga nada ver, estos mandamientos me recuerdan otro decálogo, el “Decálogo del escritor”, de Eduardo Torres:

Primero. Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre.
Segundo. No escribas nunca para tus contemporáneos, ni mucho menos, como hacen tanto, para tus antepasados. Hazlos para la posteridad, en la cual sin duda serás famoso, pues es bien sabido que la posteridad
siempre hace justicia.
Tercero.
En ninguna circunstancia olvides el célebre dictum: En literatura no hay nada escrito.
Cuarto. Lo que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras, lo que con una, con una. No emplees nunca el término medio; así jamás escribas nada con cincuenta palabras.
Quinto. Aunque no lo parezca, escribir es un arte; ser escritor es ser un artista, como el artista del trapecio, o el luchador por antonomasia, que es el que lucha con el lenguaje; para esta lucha ejercítate de día y de noche.
Sexto. Aprovecha todas las desventajas, como el insomnio, la prisión, o la pobreza; el primero hizo a Baudelaire, la segunda a Pellico y la tercera a todos tus amigos escritores; evita, pues, dormir como Homero, la vida tranquila de un Byron, o ganar tanto como un Bloy.
Séptimo. No persigas el éxito. El éxito acabó con Cervantes, tan buen novelista hasta el Quijote. Aunque el éxito es siempre inevitable, procúrate un buen fracaso de vez en cuando para que tus amigos se entristezcan.
Octavo. Fórmate un público inteligente, que se consigue más entre los ricos y los poderosos. De esta manera no te faltarán ni la comprensión ni el estímulo, que emana de esas dos únicas fuentes.
Noveno. Cree en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un escritor.
Décimo.Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea; pero para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él.
Undécimo. No olvides los sentimientos de los lectores. Por lo general, es lo mejor que tienen; no como tú, que carece de ellos, pues de otro modo no intentarías meterte en este oficio.
Duodécimo. Otra vez el lector. Entre mejor escribas más lectores tendrás; mientras les des obras cada vez más refinadas, un número cada vez mayor apetecerá tus creaciones; si escribes cosas para el montón nunca serás popular y nadie tratará de tocarte el saco en la calle, ni te señalará con el dedo en el supermercado.

(Tomado de La Cultura en México, suplemento de Siempre!, núm. 404, 5 de noviembre de 1969. Al final de la nota introductoria de este y otros textos de E.T. recogidos en ese número se lee: “Por último, hay que aclarar que el Decálogo, según comunicación del propio Torres, tiene doce mandamientos con el objeto de que cada quien escoja los que más le acomoden, y pueda rechazar dos, al gusto. ‘Si la raza humana’, añade, ‘ha rechazado siempre los de la Ley de Dios, ésta es una preocupación hasta cierto punto ingenua’”.)